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El Atrio del Cine: Una Noche de Magia en Copacabana


Fotos Galería MiraCine
Fotos Galería MiraCine

El sábado 21 de diciembre el aire de Copacabana tenía un aroma especial, una mezcla de nostalgia y expectativa. El atrio de la iglesia, testigo silente de tantas historias, esta vez se transformó en un escenario cinematográfico al aire libre. Bajo la luz cálida de la tarde que poco a poco cedía ante el crepúsculo, la pantalla blanca se erigía como una promesa de emociones por compartir.


Desde temprano, el lugar se llenó de curiosos. “¿Qué será esto?”, preguntaban los transeúntes mientras miraban las filas de sillas perfectamente alineadas y el equipo técnico ajustando los últimos detalles. Los integrantes del colectivo Mira Cine, con sonrisas cómplices y entusiasmo contagioso, se encargaron de disipar las dudas: “Esta noche es la proyección final del festival. Habremos de presentar ocho cortos para toda la familia”. Y así, como quien extiende una invitación a un sueño compartido, lograban que más personas se sumaran a la fiesta.


La lluvia, caprichosa, intentó aguar la jornada con una amenaza que por momentos pareció inminente. Sin embargo, como si el cielo también quisiera ser parte del evento, las gotas cesaron justo a tiempo, permitiendo que la magia del cine se desplegara sin interrupciones. Este giro inesperado solo aumentó la emoción de los organizadores y asistentes.


Cuando el sol se ocultó tras las montañas, las primeras sillas comenzaron a llenarse. Parejas, niños, abuelos y grupos de amigos ocuparon sus lugares, mientras algunos menos prevenidos trajeron banquitos o se acomodaron en los muros cercanos. La atmósfera se llenó de murmullos, risas y ese murmullo especial que antecede a lo extraordinario.


El festival arrancó con una fuerza arrolladora. Cada corto proyectado fue recibido con aplausos sinceros, risas espontáneas y miradas absortas. Desde historias tiernas hasta narrativas que invitaban a la reflexión, cada pieza logró conectar de forma única con el público.


“Esto es mágico”, susurró una mujer a su acompañante mientras las luces de un corto iluminaban el rostro de un niño que, con ojos brillantes, se sumergía en las imágenes. Y realmente lo era. Había algo profundamente conmovedor en ver cómo un colectivo de artistas lograba convertir un espacio cotidiano en un epicentro de cultura y encuentro.


Las miradas del público lo decían todo. Había quien se limpiaba una lágrima disimulada, otros intercambiaban comentarios efusivos entre risas, y algunos simplemente permanecían en silencio, dejando que las emociones hablaran por ellos. Así, poco a poco, la noche se llenó de vida, de historias que trascendían la pantalla y se instalaban en el corazón de los asistentes.


El último corto marcó el cierre de un evento que no solo proyectó cine, sino también esperanza. El atrio, que tantas veces ha sido un lugar de encuentro espiritual, se convirtió en un templo para la creatividad y la comunidad. Los aplausos finales resonaron como un eco de gratitud y compromiso: el compromiso de seguir llevando el cine a cada rincón de Copacabana.


Cuando las luces se apagaron y las sillas comenzaron a vaciarse, quedó una sensación de que algo grande había sucedido. Mira Cine cerró su festival con broche de oro, demostrando que el cine no necesita grandes salas ni alfombras rojas para impactar. Solo necesita un lugar, una pantalla y un público dispuesto a soñar.



Fotos Galería MiraCine
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