top of page

Copacabana, el deporte en cámara lenta


Alguien una vez dijo que el deporte era la expresión más noble del alma en movimiento. Pero en Copacabana, esa alma parece haberse quedado sentada en la banca, viendo cómo los cronómetros se detienen, no por récords, sino por desidia.


Sí, queridos lectores, el deporte en nuestro municipio parece haberse inscrito en una carrera peculiar: la de los lentos, la de los que procrastinan con honores, la de los que trotan con desgano mientras el talento juvenil espera, sentado en una grada rota, a que alguien lo escuche... o al menos lo remiende.


Los escenarios deportivos, esos grandes puntos de encuentro comunitario, hoy parecen monumentos al descuido. Donde antes rebotaban balones, se tejían amistades y se construían sueños en guayos, ahora solo quedan ecos de lo que fue. Las canchas, las graderías, las zonas de juego... todas lucen como si hubieran sido olvidadas por quienes alguna vez prometieron fortalecer el tejido deportivo. El sudor se cambió por polvo, el entrenamiento constante por la espera eterna. Ya no se trata solo de deporte: se trata de la pérdida de un espacio vital para el crecimiento físico, emocional y social de nuestros jóvenes. Y eso, en un municipio con tanto potencial, duele como una lesión mal atendida.


Para mí, en particular, es sumamente gracioso —no, sumamente preocupante— escuchar en las calles de Copacabana que “antes el deporte estaba en mejores manos”, cuando muchos sabemos que no era así. Lo que pasa es que la nostalgia mal informada también hace parte del problema: idealizar el pasado mientras se ignora el presente es otra forma de dejar caer la pelota.


Los baños son trincheras en ruinas, las rejas hacen más por la evasión que por la protección, y las gramillas parecen terrenos baldíos que alguna vez soñaron con ser canchas. Mientras tanto, desde las oficinas del INDER, ese nuevo bautizo administrativo que creyó que cambiar de nombre era suficiente para cambiar de rumbo, se sigue pedaleando... pero en una bicicleta estática.


Cinco meses.  Y apenas unas siete o ocho monitoras caminan,  más por inercia que por impulso. La gestión deportiva se volvió un meme, un reel sin filtro que retrata la parálisis institucional con un fondo musical de salsa choke… porque aquí, el que no baila con la política, no entra al juego.


Y sí, los clubes privados son los verdaderos héroes anónimos de esta historia. Sin presupuesto, sin respaldo, sin reconocimiento, siguen sosteniendo el peso de la ilusión. Son ellos quienes mantienen viva la llama en medio de la ceniza. ¿Y la administración? Viendo desde la tribuna, comiéndose una naranja, como si el partido no fuera con ellos.


El deporte no es un video viral con el burgomaestre y la directivos tomándose una selfie junto al podio. Es sudor, constancia, procesos, entrenadores que madrugan y niños que sueñan. Y esos sueños se están quedando atrapados entre proyectos que no arrancan y construcciones que se levantan como hongos, donde ya había planeación y visión a futuro.

¿Dónde se quedó ese nuevo aire que tanto anunciaron con bombos y platillos? Porque lo que huele no es brisa fresca, sino a promesas fermentadas en la bodega de lo olvidado. Huele a ineficiencia. 


Así que, estimados señores del INDER, queridas autoridades locales: es hora de ponerse la camiseta… pero no solo para la foto. Hay que amarrarse los guayos, estirar los gemelos del compromiso y salir a correr esta maratón de dignidad. No más pases al vacío, no más gambetas al presupuesto, no más goles en contra al futuro de nuestros niños y  jóvenes.

El deporte necesita jugar en equipo, crecer en red, respetar las posiciones, valorar el talento que no se mide por medallas, sino por constancia. Y sobre todo, necesita algo que parece haberse extraviado en el camino: voluntad.


Hoy, en mayo, mes de la santa Cruz, vemos cómo la administración sigue echándole cremita al músculo de la inercia. Pero el músculo social del deporte se atrofia si no se ejercita con recursos, gestión y sentido común.


Copacabana, que antes brillaba por su capacidad deportiva, hoy se apaga lentamente entre gritos que no se oyen, balones que no rebotan y pistas que ya no corren, solo resbalan.

Y mientras tanto, nosotros, los que sí creemos que el deporte transforma, seguiremos escribiendo, denunciando, corriendo esta crónica a contrarreloj. Porque aquí no se trata de ganar una medalla, sino, de no perderlo todo.


Por: Sebastian Sandoval



Las canchas
Las canchas


 
 
 

3 comentarios


Invitado
19 may

No es solo en el deporteee

Lo mismo sucede con los parques INFANTILES de los barrios, y con las Placas polideportivas solo hay Ruinas , con la música,

la cultura , ..el Hospital , el Asilo??

Me gusta

Invitado
19 may

Mejor no pudo haberse dicho, el artículo es una crítica constructiva. Ojalá y pongan en práctica lo que se prometió. Muy bien Sandoval

Me gusta

Invitado
19 may

Excelente el aporte , debemos trabajar en unión y con la misma visión si queremos rescatar lo deportivo en Copacabana

Me gusta
bottom of page